Asterix, la genial historieta que vendió 400 millones de ejemplares, los pantalones racinguistas de Obelix y su nueva heroína feminista

El diminuto héroe galo tendrá su colección completa de 38 libros publicada en nuestro país y los diálogos llevarán giros locales. Cuál fue el origen de la creación del guionista René Goscinny -que vivió en la Argentina- y el dibujante Albert Uderzo, la razón de su éxito y la aparición de un personaje femenino que reavivó el interés por el cómic

Asterix estuvo a punto de no nacer. En 1959, René Goscinny y Albert Uderzo necesitaban una historieta más para Pilote, su nueva revista. Habían encontrado una idea que les gustaba. Una adaptación en clave humorística de Le Roman de Renart, un clásico medieval francés cuyos protagonistas eran animales humanizados. Las primeras pruebas convencían a los dos. Los dibujos de Uderzo eran coloridos y atractivos, tenían una impronta propia. Y ese mundo de la Edad Media transitado por esos animales locuaces y simpáticos era ideal para que Goscinny desplegara su habilidad verbal.

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Pero poco antes de que la revista llegara por primera vez a los kioscos, Trubert, un colega de ellos, publicó algo que era de tono muy similar.
Debían volver a empezar.

Las historietas que triunfaban en esa época tenían a un protagonista joven y atlético, estaban repletas de aventuras y transcurrían en la época en la que se escribían y dibujaban, con temáticas modernas que preocupaban y atraían a los lectores. “No íbamos a hacer estudios de mercado, no le íbamos a preguntar a la gente lo que le gustaba. Estamos acá para sorprender al lector. Si éste conoce las historias antes incluso que nosotros, no le van a gustar”, declaró Goscinny cuando Asterix ya se había convertido en un fenómeno global.

En la reunión en que guionista y dibujante trataban de encontrar un reemplazante para la historieta caída, Goscinny le pidió a Uderzo que le contara cuáles eran los períodos históricos que se estudiaban en los colegios secundarios franceses. Primero le mencionó la antigüedad pero lo descartaron porque ya había muchas creaciones ubicadas en ese tiempo. Luego habló de las Galias. Ahí lo detuvo Goscinny. La historia le llegó como un ramalazo, como una revelación. Un pueblo pequeño que resiste a los romanos. La explicación para su éxito a pesar de las evidentes diferencias de fuerzas es una poción mágica elaborada por un druida que proporciona una fuerza extraordinaria a los galos.

Uderzo propuso un protagonista alto y musculoso, hercúleo. Pero el guionista creyó que lo mejor es que fuera bajito, que a simple vista no se le adivinara la fortaleza. Narrativamente era más interesante que no todo lo resolviera a través de la fuerza y que la inteligencia (y la astucia, que no siempre coinciden) fueran preponderantes. El héroe diminuto aportaba otro beneficio: el efecto cómico. Para reforzarlo, Uderzo propuso un compañero enorme, para que la pareja fuera más despareja todavía. Lo convirtieron en repartidor de menhires. Al dibujante se le ocurrió hacerlo cargar un menhir en un cuadro debido a que la acción estaba ubicada en Bretaña, zona en la que abundaban.

Obelix empezó siendo un mero acompañante, un personaje secundario. Se puede ver en el primer álbum, Asterix, El Galo. Allí es Panorámix, el druida, el que parece que va a ser el otro en el que los autores centren las aventuras; tiene su lógica: él es el responsable de la poción mágica y, por ende, de la fortaleza gala. Con el correr de las aventuras, el ánimo bonachón, la ingenuidad y nobleza de Obelix (y su desparramo de romanos) lo convirtieron en coprotagonista.

Una pregunta fundamental: ¿Obelix era de Racing?

La leyenda asume que sí, que sus pantalones que aprietan su vientre desmesurado a rayas verticales celestes y blancas son un homenaje a la camiseta de la Academia. Goscinny vivió en Argentina entre 1928 y 1945. Estudió en el Colegio Francés. A los 19 años y tras la muerte de su padre partieron hacia Nueva York. En sus años porteños, Goscinny habría quedado prendado de la Academia de Avellaneda.
Y en homenaje a ello, le pidió a Uderzo que trasladara los colores de su camiseta a los pantalones de Obelix. Lo cierto es que no hay documentos que avalen esta teoría. Tampoco, nada lo desmiente. El editor argentino Leopoldo Kulesz le preguntó a Anne, la hija del guionista pero esta no pudo afirmarlo. Pero, tampoco negarlo. Por lo tanto, ante la duda, ante la falta de certezas, (los hinchas de Racing) preferimos creer que Obelix era académico.

La leyenda dice que los pantalones de Obelix son celestes y blancos por Racing. Lo cierto que Goscinny se hizo hincha de la Academia cuando vivió en la Argentina.

Las fuentes en las que se inspiraron para brindarle un marco histórico fueron principalmente dos: La Guerra de las Galias de Julio César (“Es un libro muy divertido. Ese mentía e inventaba más que yo”, dijo Goscinny) y un libro que hablaba sobre la vida cotidiana en la Roma Antigua. Las frases en latín las sacaba de un diccionario Pequeño Larousse.

Cuando el personaje conoció el éxito masivo, los autores comenzaron a recibir cartas de todo tipo. Algunas de ellas eran de reconocidos latinistas que le reprochaban el uso indebido o errado de alguna frase. Goscinny les respondía enérgico y con humor: “No creo que usted tenga razón. El Pequeño Larousse no puede estar equivocado”.

La mecánica de trabajo era similar para cada álbum. Goscinny preparaba un tratamiento general de la historia y se lo pasaba a Uderzo quien hacía comentarios y corregía algunos puntos.

Luego Goscinny desarrollaba el guión. En una columna describía la acción, en la otra los globos de diálogo. En el mundo del cómic lo usual era que el dibujante fuera recibiendo de a una página para poder ir avanzando en su trabajo. Pero René Goscinny no aceptaba esa rutina. Necesitaba tener toda la historieta escrita, no podía entregar fragmentos porque solía volver para atrás para ajustar la trama, retocar diálogso y agregar nuevas ideas.
Uderzo con todo el guión delante suyo comenzaba a dibujar. Cada tanto llamaba a su amigo para discutirle algo, y solía mejorar aún más a Goscinny con sus grandes ideas visuales.

El comienzo de cada historia, remedando las narraciones clásicas, resulta inolvidable, un párrafo que evoca infancia: “Estamos en el años 50 A.C.

Toda la Galia está ocupado por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos aún resiste férreamente al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos instaladas en los campamentos fortificados de Baborum, Acuarium, Laudanum y Petibonum”.
Al principio Asterix salía por entregas en la revista Pilote y luego en álbum. El primer libro se editó en 1962 y fue Asterix el Galo. Las ventas fueron módicas. Tan sólo 6.000 ejemplares. Pero el segundo, La Hoz de Oro dobló esa cifra. A partir de ese momento el patrón se repitió. La venta de cada libro duplicaba al anterior. La multiplicación fue exponencial.

En 1964 con la aparición de Asterix, el Gladiador la tirada fue de 50.000 ejemplares. Dos años después La Vuelta a la Galia salió a la calle con 600.000 ejemplares. La entrega siguiente Asterix y Cleopatra vendió 1.200.000 ejemplares en apenas dos días.

Un boom como nunca se había visto. Tres revistas de actualidad llevaron al pequeño galo a su tapa durante la misma semana. L’Express habló de “El Fenómeno Asterix”. Hasta un satélite llevó el nombre de la historieta. Goscinny contó que se dio cuenta del éxito de su trabajo un día que sentado en un bar escuchó que un chico llamaba Asterix a su perro y que dos hombres en la mesa de al lado, repitieron el latiguillo de “Qué locos estos romanos”.

El personaje había entrado en la cultura popular. Luego hubo merchandising, películas de dibujos animados o las de los últimos años (Asterix en los Juegos Olímpicos con Delon y Depardieu entre otros se convirtió en la película más cara de la historia del cine francés)

Para esa época, los autores habían decidido no publicar más las aventuras de sus personajes en Pilote, para aumentar la expectativa creciente ante la salida de cada álbum. Uderzo y Goscinny se habían convertido en multimillonarios.

Pero a ellos no parecía importarles demasiado. Seguían con su producción pareja y sostenida. El acuerdo al que habían arribado era de a partir de cierta número de ventas dividir las regalías por la mitad, algo inusual en el medio, porque entre los historietistas se acostumbraba que le dibujante se llevara dos tercios de los derechos y el guionista un tercio. Pero Uderzo creyó que eso era lo más justo en ese caso.
Goscinny para la altura del décimo libro, Asterix Legionario, creía que ya no iba a poder seguir, que se le habían agotado los personajes y el mundo que habían creado, que sólo quedaba la repetición. Pero que ellos no necesitaban hacerlo, que podían no ceder a la tentación de publicar sólo para reeditar el éxito editorial. Su esposa contó que este temor, en realidad, lo enfrentaba ante cada nueva historia.

El miedo a la página en blanco, a no poder dar la talla, lo atormentaba. Luego de varias días de cavilaciones, de pronto enfilaba para su escritorio, y empezaba a teclear en su máquina. Una nueva aventura de Asterix estaba en marcha.

El éxito descomunal de Asterix preocupó al otro grande de la historieta francesa. Cuenta Benoit Peeters en Hergé, la biografía del creador de Tintín, que Hergé se sintió desplazado por el suceso inesperado y monstruoso de la criatura de Goscinny y Uderzo.

Hacía unos años que no publicaba nuevas historias de su personaje y trabajó arduamente para aparecer con un nuevo libro y recuperar terreno. Pero cuando Vuelo 714 para Sidney salió la respuesta, pese a la expectativa, no fue tan entusiasta. Hergé estaba desolado porque Tintín, antiguo dueño del mundo comic francés y europeo, había perdido su preeminencia: sólo había vendido 500.000 ejemplares.

Si se lee con detenimiento el primer álbum se puede notar que todavía los personajes no tiene tanta carnadura, que falta la complicidad con Obelix y que la historia tiene algún tropiezo. El progreso es evidente y muy veloz libro a libro. Uderzo maneja con enorme destreza el dibujo caricaturesco pero también uno más elaborado. Los ejemplos más evidentes se presentan en historias como la de Cleopatra o la tapa de La Residencia de los Dioses.
Goscinny tomaba las particularidades de los franceses y de distintos países europeos y hacía humor con ellos. Su mirada de lo francés estaba influida por su historia personal: durante toda su infancia y adolescencia vio a Francia desde lejos (desde Argentina), como un ideal, casi como un lugar común, como un Olimpo. Cuando se instaló en su país natal las diferencias entre lo soñado (o anhelado) y la realidad se hicieron tan evidentes, que su mirada se entrenó para encontrar esas contradicciones.

Trabajaba con los estereotipos pero en lugar de caer en el trazo grueso, transitaba el camino de la sutileza. Los juegos con los idiomas, con la falta de comunicación entre los diferentes pueblos y las confusiones son permanentes. En Asterix conviven dos niveles de humor.

El más superficial, el más evidente que era efectivo para todo público, y uno que se deslizaba entre líneas, que funcionaba como guiño para los lectores adultos. Ese dualidad hizo que Asterix tuviera (y tenga) público de todas las edades. Cuando se produjo su boom hasta recibió el apoyo de la compleja intelectualidad francesa; aunque Goscinny se solía burlar de ellos como lo hace en uno de los artículos de su libro Del Panteón a Buenos Aires: “Sé que no me toman en serio porque no hay nada que leer entrelíneas. Con amarga envidia, observa en la TV a los autores herméticos, que tienen esa sonrisa golosa y algo irónica de la gente a la que nadie entiende”.
Un juego habitual de Goscinny era el de las referencias anacrónicas que siempre funcionan en sus historietas. Este aspecto lo reforzaba Uderzo en sus dibujos al entrometer subrepticiamente a personajes célebres de la política, el espectáculo y el deporte de los sesenta y los setenta. Pero sin el menor lugar a dudas, el rasgo más típico de Goscinny es el juego de palabras. Las réplicas siempre incluyen un juego de consonancias, ritmos, rimas o contrasentidos.

En ese campo la maestría del guionista era deslumbrante. El lector de las ediciones castellanas de los setenta puede estar pensando que esta última frase es algo exagerada. Las ediciones de Bruguera tenían dos deficiencias principales: el color de los dibujos y la traducción del texto. Es decir, sólo leíamos y disfrutábamos una porción menor de la obra original. Sin embargo como pasa con las creaciones inmortales, el genio logra traspasar esas dificultades y esos velos. Aunque morigerado no se podía dejar de apreciar la maestría de Asterix.

Pero para las ediciones de Libros del Zorzal que empezaron a circular en estos días y que el mes próximo harán que todos los álbumes, los 38 originales de Asterix estén disponibles en las librerías del Cono Sur (por el momento se consiguen la mitad de ellos), se realizaron nuevas traducciones. Leopoldo Kulesz fue el responsable del trabajo. Lo respaldó un equipo de doce personas que barrieron versión tras versión de cada texto para reponer, lo máximo posible, el sentido del original. En el equipo había especialistas en humor absurdo como Roberto Gárriz o lingüistas especializados en francés.

El resultado es que hubo modificaciones en cada cuadro de cada uno de los 38 álbumes. Respecto a las viejas ediciones en español se modificó más del 70 % del texto. En algunos casos el lector creará que es otro texto. Y tendrá razón. Estas traducciones recuperan con mayor fidelidad el trabajo de Goscinny, le hacen honor a su genio y, por lo tanto, son mucho más graciosas.

Aquí está Goscinny. (El equipo de traducción hasta se animó a algunos juegos más locales: en Asterix y los Godos, el tercer volumen, hay una escena en que como Asterix y Obelix se disfrazan de romanos, patrullas de estos los buscan y golpean a los soldados de los que sospecha; dos de ellas que en el original pidiendo clemencia gritaban “Somos romanos, somos romanos”, ahora dicen “No nos peguen, somos romanos, somos romanos”).
René Goscinny murió en 1977. Tenía 51 años. Uderzo continuó con la publicación de otros álbumes encargándose también del guión, pero a ritmo más lento. Tras la muerte de este, son Ferry y Conrd los que continúan con frecuencia bianual con las aventuras. Sin Goscinny, las historias perdieron brillo verbal y capas de sentido, para volverse más aventuras y con más acción.

Entre los 100 más vendidos en las librerías argentinas hay cuatro de estos libros de Asterix. El que se encuentra más arriba es La Hija de Vercingetorix, el nuevo libro, el que por primera vez es traducido al castellano.

Adrenalina, su protagonista femenina, no responde a los cánones de los setenta; es una heroína joven, activa, feminista. Sus autores son Jean Ives

Ferry y Didier Conrad y continúan la obra de Uderzo y Goscinny a razón de un álbum cada dos años. La Hija de Vercingetorix lleva vendidos más de cinco millones de ejemplares en el mundo entero.

La serie de álbumes, por su parte, ya superó los 400 millones de ejemplares globales en más de 110 idiomas y dialectos.Kulesz nos despeja otra duda fundamental. ¿Cuál es la manera correcta de pronunciar los nombres de la pareja protagónica? Exageremos: el mundo se divide entre los que los pronuncian como esdrújulos, graves o agudos. Haga la prueba, lector: nómbrelos en voz alta y descubrirá cuál es su lugar en el mundo. Usted es de

¿Ásterix y Óbelix?, ¿De Astérix y Obélix?, ¿o de Asteríx y Obelíx? Los lectores que se iniciaron en la década del setenta suelen creer que es esdrújula. Pero no. Tampoco grave pese a esa tilde que brilla en las tapas de antes (en francés la tilde sobre la e cambia la pronunciación de la letra, no la acentuación).

Kulesz explica con paciencia que lo correcto es pronunciarlo como palabra aguda. Así que de ahora en adelante muchos deberemos amoldarnos a decir Asteríx.

En las librerías de todo el continente ya están la mitad de los títulos y en pocos días se completa la colección. Los lectores de todas las edades están leyenda sus aventuras. El año que viene se estrenará la serie (con actores, no de animación) en las plataformas de Streaming. Asterix (y Obelix y el resto de esos encantadores personajes) cumplen 62 años pero no se les nota.
Se mantienen ágiles, rozagantes y con la misma capacidad para maravillar y hacer reír que desde la primera vez que aparecieron. Debe ser la poción mágica.
Fuente: Infobae