El cómic salió del clóset

De la censura total al destape de los 80, la historieta gay viene recuperando terreno en el mundo. Hace un par de meses, DC anunció el lanzamiento de una serie protagonizada por un matrimonio igualitario de superhéroes: Midnighter y Apollo.

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El pasado junio, sintonizandocon la celebración de un nuevo Día del Orgullo LGTB, la editorial DC anunció el lanzamiento de una serie de seis historietas protagonizadas por Midnighter y Apollo, una dupla de superhéroes muy particular. Con el resto del panteón de personajes de DC (la escudería de Batman y Superman, nada menos), Midnighter y Apollo comparten características como sus fabulosos trajes y superpoderes, pero se diferencian del resto de sus compañeros straight por su orientación sexual: los dos son abiertamente gays. Si bien en un comienzo eran antagonistas -ambos fueron creados en la festiva década del 80-, con el tiempo se enamoraron, se casaron y hasta adoptaron una tierna y letal huerfanita llamada Jenny Quantum.

La iniciativa de DC es un nuevo hito de la fecunda tradición del cómic gay, que -como casi todo en el universo del cómic- se inició como un guiño entre entendidos antes de explotar en la cultura de masas. Aunque hoy en día hablar de cómic gay no escandaliza a nadie, su existencia era impensable antes de los años 80. El mundo de la ilustración tenía reglas de autocensura, conocidas como el «comic code», que no permitían que las historietas representaran escenas de violencia, desnudez, crimen ni sexo (menos que menos entre dos hombres o mujeres).

Con el avance por los derechos de la comunidad homosexual entrados los 80, muchos dibujantes se animaron a hacer lo propio: uno de los primeros grandes referentes fue Tom of Finland (ver recuadro). Aunque sus creaciones eran más dibujos que historietas en sí mismas, este artista finlandés se hizo famoso por dar vida a personajes gays y extremadamente masculinos, encarnados en figuras de policías, marineros, soldados y hasta leñadores. Sus dibujos fueron los primeros en aparecer en los grandes medios y sirvieron como fuente de inspiración para los dibujantes de las generaciones siguientes, como el alemán RalfKönig o el andaluz Nazario. «Cuando comencé con mis primeros cómics rompí un poco el tabú de describir las interioridades del mundo gay», cuenta König en una entrevista. «En esa época comenzaban a aparecer pequeñas editoriales independientes que iban publicando mis historietas». Sin embargo, el artista destaca que el panorama se volvió más espeso llegados los 90, cuando la sociedad alemana puso mano firme con la protección de menores y quisieron censurar sus libros.

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En clásicos como ¡Oh genio! o El condón asesino, König crea hombres flacos y desgarbados, que se enamoran perdidamente de machos al estilo de las ilustraciones de Tom of Finland. En sus historias, König apela al humor para reírse de los estereotipos que rondan el mundo gay. «El humor ha sido decisivo en mi obra», admite. «Con él se pueden tratar temas serios o trágicos y trabajarlos de tal forma que después lleguen a un público amplio y sean aceptados sin problemas».

Ya llegado el nuevo milenio, los cómics homoeróticos mutaron al mismo tiempo que la sociedad se volvió más abierta. Tal es el caso de autores como Alison Bechdel, Howard Cruse o Dale Lazarov. Entre las obras de esa época se destaca Fun Home. Una novela tragicómica, escrita en 2006 por la estadounidense Alison Bechdel. Esa historieta autobiográfica, que ganó el premio Eisner como mejor trabajo basado en hechos reales, cuenta el proceso en el que la autora descubre su condición de lesbiana al mismo tiempo que intenta asimilar la homosexualidad oculta de su padre. «Yo descubrí mi homosexualidad leyendo libros. Ser lesbiana en 1980 ya no era problemático, entonces no tuve una gran lucha interna. Luego mi familia tuvo que aceptar con un poco de horror que mi trabajo era hacer historietas contando esa realidad», recuerda Bechdel.

En nuestro país también aparecieron jóvenes revelaciones no solo de la historieta tradicional, sino también del cómic gay. Una artista digna de mencionar es Effýmia, una activista queer oriunda de Israel -pero con nacionalidad argentina- que luchó por sus derechos y que se suicidó en 2014, a sus 25 años. A esta historietista pertenece el libro Transita rápido. Son 30 páginas de ilustraciones que cuentan de una manera única -cruel y divertida a la vez- su vida como trans en una sociedad que aún es incapaz de aceptarla como un par.

Fuente: Brando