«Cursed», la historieta de Frank Miller adaptada por Netflix

El historietista abordó junto a Tom Wheeler la historia de los Caballeros de la Mesa Redonda, aunque con cambios sustanciales, incluso en la famosa espada.

“Es que los mitos artúricos tienen todo: son divertidos, tienen aventura, romance, magia, todo lo que uno podría pedir”, señala Frank Miller cuando se le pregunta por su interés en torno a la leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda. El historietista, figura clave en el género de superhéroes gracias a obras como El regreso del caballero oscuro y aclamado por sus incursiones en otros géneros, como en el relato de los espertanos en Termópilas 300, es coautor junto a Tom Wheeler de Cursed (Maldita), una historieta recientemente adaptada a la pantalla por Netflix. Cursed, explica su autor, es “una reinterpretación de los mitos artúricos desde la perspectiva de una adolescente”.

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En la propuesta de Miller y Wheeler, la protagonista del relato pasa a ser la misteriosa Nimue, que en la pantalla interpreta Katherine Langford. Casi todos los personajes populares del mito se reinventan: Merlin (interpretado por Gustaf Skarsgärd, el Floki de Vikings) aquí es un embustero borracho que supo ser un gran mago pero perdió sus poderes. Arturo, un mercenario flojo de papeles. Uter Pendragon, un rey ilegítimo. Morgana Le Fey, una monja lesbiana que integra una resistencia que se opone al progrom que lleva adelante la Iglesia contra los seres feéricos del mundo.

El tono de la serie oscila entre lo gore y lo ingenuote, una ambivalencia que –como señala abajo el historietista Manuel Loza, autor de la brillante reinterpretación artúrica local Almer–, también está presente en el comic original. Miller, que también oficia de productor ejecutivo de la serie, ríe cuando se le comentan estos extremos: “Es una aventura y tiene todo lo que leí alguna vez sobre los tiempos de Arturo, que eran oscuros, aun en su heroismo. Y nunca pienso en la audiencia, trato de dibujar una historia que atraerá a quien pueda disfrutarla”.

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Miller reconoce que al trabajar el cómic original junto a Wheeler les rondaba por la cabeza la posibilidad de verlo adaptado. “Era lo mejor a lo que aspirábamos”, admite. Y pese a que asegura que no hicieron la novela gráfica pensando en la pantalla, el anuncio mismo de la producción de la serie advertía que la dupla trabajaba ambos proyectos en paralelo. Es que Wheeler es, también, guionista y productor televisivo, conocido sobre todo por su participación como tal en The Cape (en la NBC) y algunas películas que no tuvieron el mejor destino. Su mano se advierte en el resultado final, que suaviza la crudeza que Miller suele exhibir en sus relatos.

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Con todo, el propio Miller tiene experiencia audiovisual. Hizo sus primeras armas como guionista de RoboCop 2 y Robocop 3, codirigió Sin City y Sin City: A Dame to Kill For junto a Robert Rodríguez, produjo 300 y dirigió la fallida The Spirit. Esto además de algunos cameos menores.

“Todo el concepto es traer el mito a una perspectiva femenina”, propone Miller. Aquí no sólo hay una protagonista fuerte, también se resalta el trabajo de una madre soltera, hay mujeres en roles que la ficción siempre dejó en manos de hombres (como la capitanía de un barco pirata), y el amor entre dos mujeres aparece naturalizado y no se plantea como conflicto. “Además, el destino de Nimué es central”, advierte Miller sobre quien, en la leyenda, deviene luego en la trágica Dama del Lago que entrega al futuro rey la espada que lo legitima.

La relación entre Nimue y Merlín también es fundamental. Y aunque aquí no habrá spoilers, vale advertir que entre ambos la cosa se pone tensa y no sólo por la propiedad de la espada. Sobre la reconversión del mago en una suerte de embustero, el historietista advierte que “es viejo más allá de las palabras, es un druida venerable, pero su presencia aporte una cuota de humor, no es sólo magia y asombro”.

La otra relación importante de la serie es entre los seres feéricos y la naciente Iglesia, aquí retratada cerca del Ku Klux Klan y el fanatismo inquisitorial. Miller afirma que son “ninjas”, unos monjes guerreros que luchan para Roma, pero esa aseveración corresponde más a la historieta que a la serie. En la pantalla son un ejército que opera abiertamente, aunque su disciplina es fluctuante.

En Cursed hasta la espada es un personaje en sí mismo. Aunque no se la menciona específicamente como “Excalibur”, todo indica a que se trata de la misma arma. Pero no es sólo un símbolo, sino un objeto mágico muy poderoso que legitima reyes y gravita sobre quienes la rodean. En cierto modo, recuerda al Anillo Único de JRR Tolkien en El señor de los anillos. Merlín advierte que su poder corrompe. “En realidad la espada hace muchas cosas: puede devolver los poderes a Merlín como liberarlos en Arturo, pero sobre todo es una prueba: revela qué tipo de persona sos, cuál es la verdad acerca tuyo, en las manos correctas es un símbolo de heroismo, en las manos equivocadas es un tragedia”.

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Un Camelot muy diferente

Si bien Maldita se presenta como un trabajo donde Frank Miller sólo cumple el rol de ilustrador, una vez inciada la lectura podemos ver el espíritu del El Caballero Oscuro regresa o Ronin inundar las clásicas postales artúricas.

Así como sucediera con el Oeste de Sergio Leone, el Camelot de Miller/ Wheeler es sórdido y profundamente apocalíptico, es el fin de todo lo que alguna vez fue bueno y el triunfo definitivo de lo grotesco, lo deforme, lo mutante. Por sobre todas las cosas, para placer de quienes entramos a este libraco, en el Camelot de Miller/ Wheeler domina la violencia, y no sólo eso, domina la violencia exagerada como en 300 (Miller/Varley, 2006): hay cortes de espada que parten a un tipo a la mitad, brazos que se quiebran en una agarrada a trompadas y personajes que cortan veinte cabezas enemigas en un párrafo de descripciones plagadas de gore.

Si entraste a Cursed buscando caballeros de armadura plateada ayudando al desvalido con galantería y virtud, pifiaste; este es el ciclo artúrico de Miller, acá el desvalido se muere. Lo que aparece fuerte en el libro es una suerte de mano edulcorante que, buscando ganarse al público de sagas novelas juveniles a lo Crepúsculo, traduce toda esa violencia por unas formas narrativas tan chatas y carentes de ingenio que puede matarnos de aburrimiento. No importa, las ilustraciones que acompañan son una belleza y el espírutu Miller sigue ahí, camuflado, maldito pero presente.

Fuente: Pagina 12