‘Sonámbulo y otras historias’: Adrian Tomine y los derrotados

La Cúpula reedita la primera obra de este maestro del relato gráfico corto

Adrian Tomine. Uno de los maestros en el relato corto en forma de novela gráfica. Lo ha probado varias veces: en Shortcomings (Reservoir Books, 2008), en Rubia de verano (La Cúpula, 2011), o en el último Intrusos (Sapristi, 2016), que comentamos aquí y en el que conscientemente iba cambiando de registros y experimentando como no lo había hecho anteriormente. Pero en Sonámbulo, recopilación de historias cortas que ve la luz por primera vez en 1995 y que La Cúpula reedita ahora, con una nueva portada, encontramos, como dice la propia editorial, “al mejor Adrian Tomine, el primero y el más conmovedor”. Y tengo que darle la razón, porque de todas las obras de este autor que he leído, sin duda me quedo con ésta.

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Porque en este desfile de personajes, de los que apenas sabemos nada, a los que conocemos in media res y que se despliegan ante nosotros de forma parcial y casual, encontramos la verdadera esencia de cómo transmitir emociones apenas esbozando una historia. La pareja, la familia, la infancia, la vejez, las relaciones a distancia, las pérdidas y los reencuentros… son temas cotidianos que, en manos de Tomine, se convierten en momentos de introspección que nos sacuden con una fuerza inusitada. Y eso a pesar de que los recursos narrativos en esta recopilación son más bien parcos. En casi todas las historias aparece un narrador en primera persona que, desde la distancia, narra una experiencia amarga.

Puede que cueste un poco entrar en el juego de Tomine en estas historias. Es decir, no hay una inicio, no hay un desenlace; saltamos de una historia a otra casi como cambiando de canal en el televisor, pero sin embargo, el autor es lo suficientemente hábil para darnos los detalles necesarios para que podamos entender la historia y seguirla a modo casi de voyeurs de esa conciencia que se confiesa.

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Me llama la atención otro de los textos de la solapa del libro: “Sonámbulo no es lo que se dice una lectura festiva”. Me hace gracia, pero efectivamente es así. Todas las historias acaban impregnando al lector de un halo de derrota, de vacío de espíritu. Estas historias son el reflejo de una sociedad contemporánea perdida en sí misma, que camina sin rumbo, y esas páginas le ayudan a entenderse, o al menos, a compartir ese desasosiego postmoderno, donde no tenemos amarres ni certeza ninguna. El mundo es triste y violento y estamos solos. Pero, con todo, no deja de tener su propia belleza. Sonámbulo, personalmente, me parece una obra maestra de la contención emocional y de la técnica narrativa.

Fuente: Papel Blanco